LOS APUNTES PERSONALES DEL JESUITA REVELAN QUE ROBERTO D’AUBUISSON ESTABA DISPUESTO AL DIÁLOGO EN 1988, QUE HÉCTOR SILVA DUDABA YA SOBRE SU ACCIÓN POLÍTICA EN 1987 Y QUE CONSTANTES NEGOCIACIONES SECRETAS CONSTRUYERON LA PAZ. LOS PROTAGONISTAS DE LOS 80, VISTOS POR UNO DE LOS MÁS AGUDOS PENSADORES QUE HA TENIDO EL SALVADOR.

En su intimidad, Ignacio Ellacuría contemplaba obsesivamente la realidad. Apuntaba todo lo relevante del acontecer político. Registró apreciaciones y charlas con los protagonistas del tiempo que le tocó vivir. Todo para tener claro, en todo momento, quién era útil o cómo podía serlo para su fin último: terminar la guerra.

Por Élmer L. Menjívar

[Publicado originalmente el 20 de noviembre de 2005]

Un 16 de noviembre de 1952, un joven estudiante jesuita de origen vasco, tenía 22 años y era llamado Ignacio Ellacuría Beascoechea, apuntaba en su cuaderno de notas personales: «Una vez dado un objeto y un sujeto capaz de entender es imposible la duda, porque necesariamente la inteligencia se lanzará sobre el objeto». Exactamente 37 años después, el mismo hombre yacía muerto sobre un engramado. Su cerebro estuvo en el centro de la mira de quien disparó un arma de fuego: fueron las balas las que se lanzaron sobre la inteligencia.

Aquellos apuntes de juventud abordaban sus preocupaciones académicas durante sus estudios de filosofía en Quito, Ecuador, y descansan junto con muchos otros en un pequeño grupo de cuadernos que dan forma a una vida evidentemente volcada a la reflexión sistemática.

La lectura de estas páginas en la línea del tiempo es un tránsito evidente de las preocupaciones abstractas a las concretas. «Yo digo que eso le ayudó, además del contexto, su postura epistemológica», sugiere Rolando Alvarado, jesuita que fue el asistente personal de Ellacuría durante sus últimos años como rector de la UCA, de 1979 a 1989.

Alvarado se refiere a la preocupación de Ellacuría por el conocimiento y su utilidad en la historia concreta, no siempre de la misma manera ni con el mismo objetivo. Una preocupación que tuvo de aliada una disciplina extraordinaria. De esto da fe el riguroso registro de perfiles de personajes, coyunturas, sarcasmos, cálculos políticos y líneas de acción que quedaron consignados en esos seis cuadernos custodiados por la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA).

CONOCIMIENTO TÁCTICO

Alvarado, que tuvo a su cargo los archivos personales de su superior tras su muerte, sostiene que los años setenta son conocimiento de Ellacuría sobre El Salvador, de su historia, de sus dinamismo más profundos y de los grupos que movían el poder: «Obviamente, la realidad de El Salvador se va ir haciendo más interpeladora para un pensador con su talante. Él tenía un talento muy crítico, su personalidad era una muy crítica».

No es casualidad que su primer artículo publicado en la revista Estudios Centroamericanos (ECA), de la UCA, en 1971, estuviera dedicado a la reforma agraria, gesto académico que demostró que el intelectual ya estaba instalado tácticamente en la realidad concreta de El Salvador.

Alvarado señala que no hay que perder de vista que el fundamento de la reflexión ellacuriana fue la academia. «Fue en los setenta que se empieza a incorporar la idea de la historia y lo social en la teología y en la teoría del conocimiento, surgen las teorías del desarrollo y la dependencia», dice el ahora vicerrector de la Universidad Landívar de Guatemala.

En los cuadernos que abordaron la década de los ochenta se logra perfilar un panorama crítico que al cruzarlo con parte de su correspondencia ayudan a hilvanar un método, quizá una estrategia, para ganar influencia en el rumbo de un país en guerra.

Su talante fue el que lo convirtió en un personaje respetado hasta por sus adversarios ideológicos. El ex presidente de la República y líder de la derecha Armando Calderón Sol deja esto claro en sus apreciaciones: «El padre Ellacuría tenía trascendencia, era muy inteligente, no caía en radicalizaciones, aunque para nadie era un secreto que era un hombre de izquierda».

Fue el mismo Calderón Sol quien en 1989, siendo presidente de consejo ejecutivo del partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), hace que el candidato a la presidencia de su partido se reúna con el jesuita. El candidato era Alfredo Cristiani.

Cristiani resultó electo. «Mi hermano y yo llevamos a Ellacuría a Casa Presidencial, y conversó con el presidente. Lo conocíamos y sabíamos de sus intenciones de alcanzar la paz», recuerda Calderón Sol, quien, al igual que su hermano, estudió con los jesuitas del Externado de San José.

Una de estas reuniones se realizó en la UCA, según la anotación de Ellacuría del 20 de abril de ese año, la cual encabeza con un tema crucial para él: «Cristiani interesado por las gestiones con el FMLN en Managua sobre posibilidad de negociación», y más adelante consigna «prefiere negociaciones secretas y efectivas y no grandes shows como los de Duarte».

Alvarado comenta que la impresión que se llevó Ellacuría de Cristiani fue positiva. «El razonamiento de Ellacuría era así: Cristiani es empresario, un hombre pragmático que sabía que el país no era viable si no se terminaba con la guerra».

PAZ A PUÑO Y LETRA

Mucho antes de Cristiani, por el puño y letra del jesuita pasaron otros personajes y coyunturas que tenían en común el contexto de una guerra. Sin embargo, cada anotación cobra sentido como estrategia de un intelectual que busca el mejor camino para sentar a los bandos en conflicto a negociar para alcanzar la paz.

El 13 de marzo de 1981 quedó registrada una reunión con Ana Guadalupe Martínez, entonces miembro del Ejército Popular Revolucionario (ERP), una de las fracciones que componían el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), donde la interlocutora le contó que el día anterior «por 1.ª vez una acción conjunta de dos pelotones RN-ERP emboscan con éxito un camión militar en Usulután. Fecha histórica».

Hoy Martínez reconoce aquellos encuentros, y se presta a aclarar que Ellacuría «no tenía ninguna identificación con ninguna de las actividades armadas, pero sí coincidía en la necesidad de cambiar El Salvador».

Otro recurrente interlocutor fue Joaquín Villalobos. El otrora estratega militar del ejército guerrillero habla con Enfoques sobre Ellacuría: «Busca la comunicación con nosotros y la busca con bastante habilidad. Él me envió mensajes incluso cuando yo estaba en la montaña». Los mensajes tenían como resultado reuniones en Managua o México, muchas de las cuales se concertaban durante las «escalas» que hacía el jesuita en estas ciudades cuando viajaba a Europa a algún evento académico.

Ellacuría llegó a poner en riesgo su propia seguridad publicando en una ECA de 1986 un artículo que él mismo pidió a Villalobos, con un análisis sobre el estado del conflicto armado. Una de las bombas contra la editorial de la UCA fue puesta inmediatamente después de esta publicación.

Su olfato político le llevó a demostrar poco interés ante la figura de José Napoleón Duarte, el presidente de la República entre 1983 y 1989. «Ellacuría nunca simpatizó con Duarte. Le parecía un demagogo. Sin embargo, le da seguimiento de cerca a su gobierno», expone Alvarado.

Ellacuría intuía que Duarte no era el negociador idóneo para salir del conflicto armado, pero pese a esta antipatía fue el mediador durante el secuestro de su hija, a petición de monseñor Arturo Rivera y Damas. Ellacuría aceptó con el ánimo de demostrar que podía negociarse.

En los cuadernos del jesuita aparece una reunión con Duarte el 6 de febrero de 1987. En ella se trató únicamente la difícil situación económica del país y las alternativas. «No hay un solo colón en caja para la inversión, todo se va en salarios y servicios», se lee.

Mario Ungo y Rubén Zamora, así como Salvador Samayoa, Héctor Oquelí y Fabio Castillo aparecen, entre muchos otros, en estos cuadernos en diferentes escenarios geográficos y políticos.

También embajadores, congresistas extranjeros y presidentes desfilaron frente a Ellacuría para conversar, informarse o informarlo. «Ellacuría se convirtió en un interlocutor de mucha gente, de dentro y fuera», confirma Alvarado, el encargado de organizar la agenda al rector.

Leer hoy algunas de las impresiones que Ellacuría anotaba hace evidente su tino intelectual para delinear personajes. «Está en perplejidad sobre qué hacer acerca de las elecciones y más en general en su acción política y en su relación con el FMLN», Ellacuría habla de Héctor Silva, en una reunión el 24 de julio de 1987.

Silva era entonces miembro de Convergencia Democrática, primer partido de izquierda. El 19 de noviembre, Silva vuelve al despacho de Ellacuría para informarle del regreso de Rubén Zamora dos días después y de la apuesta por buscar la participación como partido político en futuras elecciones.

Ellacuría veía en esto un resultado que él había buscado desde los primeros años de esa década. Ana Guadalupe Martínez cuenta que en 1983 Ellacuría llegó a México a reunirse con el FDR convencido, luego de varias reuniones con el PDC y con la Embajada, a decirles que Estados Unidos estaba listo para apoyar la democratización del país.

«Y nos iba a convencer a nosotros, y nos agarró a Salvador Samayoa y a mí tratando de convencernos de que era la oportunidad para la izquierda de formar un partido.» La discusión duró cinco horas, y Ellacuría prometió volver pensar las cosas luego de escuchar los argumentos opuestos a su razonamiento.

Villalobos asegura que la decisión de la negociación como salida del conflicto armando se tomó en el FMLN en 1982, pero que la fase de maduración fue muy larga y que se vio afianzada en 1989. Ese fue un año que elevó el optimismo de Ellacuría al máximo. Muchos estaban ya convencidos de que eran posibles los acercamientos. Al menos ya estaba perfilada una comisión nacional de diálogo.

Según una nota con fecha del 7 de julio de 1989, el jesuita se reunió con David Escobar Galindo, designado del presidente Cristiani para la negociación oficial con el FMLN. Apuntó: «(Escobar Galindo) piensa que el método propuesto por Cristiani para recuperar el diálogo puede ser efectivo».

Según Ellacuría los negociadores de Cristiani veían en Joaquín Villalobos al «hombre decisivo» en el FMLN». El ex comandante se limita a decir: «Tuvo razón en todos los sentidos, pues el manejo del posconflicto fue un manejo dirigido con base en acuerdos entre Cristiani y yo. Él previó que era factible lograr acuerdos si hablaba yo con Cristiani, y no se equivocó.

«Lo que quiso es servir de puente, y como los puentes en tiempos de guerra son objetivos militares, lo mataron», sintetiza Alvarado en una metáfora demoledora para explicar el destino que tuvo Ellacuría.

OBJETIVO DE GUERRA

Esa percepción no estaba tan clara en 1989. José María Tojeira, el superior de Ellacuría en esos años, habla de la convicción que aquel demostraba frente a la preocupación de sus compañeros porque había peligro de que se frenara el proceso de paz.

Ellacuría insistía en que «pasara lo que pasara, lo más que podía pasar era que el proceso de paz se acelerara». Tojeira usa la metáfora que usó Ellacuría durante una cena en su casa de habitación: «Es como un avión que tiene roto parte del fuselaje, pero si los motores y las alas están bien, puede resistir las turbulencia, el problema es que en las turbulencias alguno puede caer del avión y se puede matar».

Llegó noviembre y Ellacuría viajó a Barcelona a recibir el premio de la Fundación Comín, por la labor de la UCA por los derechos humanos. Salió del país el viernes 3 de noviembre, y realizó una escala en Nicaragua, donde se reunió con gente del FDR.

«Él llegó a decirnos que Roberto d’Aubuisson estaba dispuesto a la negociación. Esto fue como 15 días antes de la ofensiva final», cuenta hoy Ana Guadalupe Martínez, y dice algo más: «Nosotros nos quedamos con la sensación de que había sido seducido por la derecha».

Martínez asegura que se ofreció llevarlo al aeropuerto para enterarse de cómo había llegado Ellacuría a esa conclusión sobre el que ella identificaba como el fundador de los escuadrones de la muerte, y quizá para plantearle la posibilidad de la ofensiva que estaba ya decidida, pero no pudo hacerlo.

«Hubiera sido un error contárselo, era comprometerlo y había que respetar su condición», dice Villalobos, quien no estuvo en esa reunión, «y no hubiera querido estar porque él era tan provocador que al final me hubiera sacado información».

El 8 de noviembre, Alvarado recibió una carta dirigida al rector y firmada por el coronel Juan Antonio Martínez Varela, ministro de la presidencia de Cristiani. En ella se transmitía una solicitud del presidente: que Ellacuría integrara la comisión de investigación del atentado contra FENASTRAS, perpetrado el 31 de octubre de 1989, donde murieron importantes líderes sindicales.

Alvarado transmitió la solicitud a Ellacuría en una llamada telefónica. Tojeira relata que Ellacuría dijo que no podía aceptar la invitación hasta no hablar con el presidente Cristiani y con el FMLN. «En parte él se vio urgido de regresar por eso, porque le interesaba que el proceso de paz no se estancara», explica el actual rector de la UCA.

El 11 de noviembre inició la «ofensiva final» del FMLN en San Salvador. En una entrevista concedida ese día al periódico catalán L’Avui, y publicada irónicamente hasta el 16 de noviembre, Ellacuría sentenció: «Sería tan irracional que me mataran», ante la pregunta: «¿No tiene miedo de que le maten?». Tojeira explica esta postura diciendo que él se veía como un figura muy importante en el proceso de paz, porque las fuerzas contrincantes le tenían confianza. Además confiaba en la voluntad negociadora de Cristiani. «Yo pienso que confió exageradamente en él», reflexiona.

Según Alvarado, fue esa confianza, la invitación a formar parte de la comisión de FENASTRAS y el temor a que después le fuera más difícil entrar al país lo que le hicieron volver el 13 de noviembre.

Tojeira cuenta: «El lunes 13 le hablé temprano a Guatemala, donde hizo escala, para decirle que unos compañeros pensaban que sería bueno que se quedara unos días ahí mientras se veía cómo se enrumbaba la ofensiva. Él dijo que no, que creía que era importante estar aquí y que sentía que no había ningún peligro. Todos teníamos una enorme confianza en que su análisis político era el de mayor credibilidad y por eso no insistí en que se quedara en Guatemala».

Ese lunes por la tarde volvió Ellacuría a un San Salvador en plena ofensiva. Ese mismo día el ejército cateó la UCA y la casa de los jesuitas en el campus. No encontraron armas ni propaganda.

Alvarado recuerda ese día: «Ellacuría no consideró ni siquiera moverse de la casa de la UCA, y el grupo no quería dejarlo solo, pero él dijo `yo no creo que amerite que nos movamos, ya catearon y no encontraron nada, pero el que quiera puede irse’. Solo Rodolfo Cardenal se fue para Santa Tecla».

Ellacuría buscó contacto con Cristiani y con algunos militares, pero fue imposible conseguirlo.

Pasó revisando correspondencia, incluso pasando notas del curso de derechos humanos que impartía durante el ciclo lectivo. «Yo no vivía en la UCA, y el 15 me fui antes del toque de queda, que empezaba a las 5», cuenta Alvarado, y agrega, «al salir me dijo `Nacho (Martín-Baró) está muy nervioso, anda caminando por toda la vicerrectoría, habla con él’. Lo hice. Nacho me contó que había hablado con su familia. Luego me fui a mi casa en Antiguo Cuscatlán. Por eso estoy contando esto».

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ENTREVISTA con Rolando Alvarado, el secretario personal de Ellacuría.

«ELLACURÍA NO ERA PACIFISTA A ULTRANZA»

Rolando Avarado fue el asistente personal de Ignacio Ellacuría durante los 10 años de su rectorado en la UCA. Habló con Enfoques sobre su superior como persona, analista y negociador.

Cuando Román Mayorga deja la rectoría de la UCA en 1979 para incorporarse a la junta de gobierno luego del golpe de Estado contra el general Romero, Ignacio Ellacuría es puesto al frente de la institución, una de las que más presencia política ha alcanzado en los últimos cuatro decenios.

«Este señor, siendo muy lúcido, y lucido para sus interpretaciones de la realidad, fue adquiriendo mucha fama… Y una vez nombrado rector de la UCA, como que tiene ya la plataforma puesta», dice Rolando Alvarado de aquella coyuntura.

¿QUÉ TAN CONSCIENTE FUE ELLACURÍA DE QUE ERA TILDADO COMO EL IDEÓLOGO DE LA IZQUIERDA?

A Ellacuría no le gustaba que lo asociaran con planteamientos dogmáticos extremos. Su relación con la izquierda fue siempre cordial, pero también fue muy crítico. El FMLN lo mandaba a citar a menudo, en Managua, Costa Rica, México, y él no compartía su proceder en algunas cosas, porque decía que políticamente actuaban como guerrilleros y que tenían una mentalidad guerrillera como políticos, y pensaba que eso no es viable. Me encomendaba seguir las entrevistas de radio y televisión, y luego evaluábamos si había estado claro, si muy proizquierda o, últimamente, si estaba muy suave con el presidente, porque luego decían que era pro Cristiani.

¿EN ALGÚN MOMENTO ELLACURÍA JUSTIFICÓ LA GUERRA?

Nunca vio la guerra como salida al problema del país. Aunque sí es cierto que veía la guerra explicable, por la gravedad de la situación y la polarización.

ENTRE EXPLICACIÓN Y JUSTIFICACIÓN HAY UNA LÍNEA MUY DELGADA…

Él tuvo intervenciones en que demostraba que la guerra fue inevitable, en cuanto que se fueron cerrando los caminos y no quedó otro que la guerra. Y quiso mostrar que la guerrilla no eran bandoleros, delincuentes, sino gente con sensibilidad social, que no estaban solamente por ganar el poder, sino porque querían resolver el problema del país. Pero hay que decir que no era pacifista a ultranza, y eso le hizo hacer afirmaciones que fuera de contexto podrían interpretarse como justificación.

¿CÓMO SE MANTENÍA INFORMADO?

Oía, veía y leía noticias todos los días, y daba seguimiento a los acontecimientos. Cuando detectaba sucesos importantes, buscaba contactos para profundizar más. Al inicio eran apuntes para los editoriales de ECA y para los que leía en la radio del Arzobispado. Luego ya eran apuntes para hacerse un mapa de por dónde iba la situación, para saber quiénes eran los involucrados, con quién debía hablar, qué tipo de proceso había que empezar. Pasó de un analista que busca insumos para su análisis, a alguien que se sabe protagonista de lo que está sucediendo y que lo que él diga o deje de decir puede incidir a favor o en contra del proceso de la negociación.

¿POR QUÉ SE APASIONÓ TANTO POR BUSCAR LA NEGOCIACIÓN PARA SALIR DE LA GUERRA?

Porque estaba convencido de que el país estaba totalmente desangrado. No era por andar en la plaza política. Buscó acercar posiciones, tanto del bando militares-gobierno-derecha como del de guerrilla-líderes políticos de izquierda. Acercar de ambos aquellas posiciones que fueran afines a la negociación, porque en ambos bandos había extremos. Su herramienta fue el conocimiento y el análisis, y compartirlo con un lado y con el otro.

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APUNTES A PUÑO Y LETRA

Esta es una selección reveladora de los apuntes a mano de los cuadernos en los que Ignacio Ellacuría anotaba todo lo que le parecía relevante de sus encuentros con diferentes personajes de la vida política salvadoreña. Lo cuadernos figuran en el catálogo del Archivo Ignacio Ellacuría de la biblioteca del Centro Monseñor Romero de la UCA. Inmediatamente después de este reportaje se clasificaron como confidenciales por órdenes superiores.

CRISTIANI Y 8 DE ARENA

1. Buscan un nuevo planteamiento ante la problemática de El
Salvador.

– El mayor problema del país es la extrema pobreza de una gran parte de la población […].

– Para resolverlo hay que implantar modelo y plan económico.

+ Pueden ser plurales en lo político, pero en lo económico serán
bien definidos.

30 de agosto de 1988.

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VILLALOBOS, HANDAL, GUEVARA, ANA GUADALUPE, NIDIA.

1. Hay un nuevo planteamiento de respeto de la negociación.

– El viaje de Villalobos y de Leonel son prueba de esa novedad.

+ Se trata de un compromiso serio.

+ El mensaje ha sido bien recibido.

+ Es de interés latinoamericano una solución en C.A. que no sea de sumisión a USA.

Managua, 5 de marzo de 1989.

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ESCOBAR GALINDO

1. Considera que las dificultades tenidas para constituir la
comisión son normales.

– Cristiani tiene claro el objetivo y la estrategia principal, pero es flexible en los medios y no se desanima por las dificultades.

– En la comisión final está gente afín al presidente e incluso
Martínez Varela lo es por disciplina.

23 de agosto, 1.º de septiembre, 21 de septiembre, de 1989.

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VILLALOBOS, MARÍA, JOVEL, SANCHO, JULIO, ASCOLI.

1. La propuesta del 23 de enero ha suscitado una ** inesperada.

– La presentarán primero a USA, que no la aceptará, lo cual
justificará sus pasos ulteriores.

+ Le darán tres días de vida, pero querían que considere su efecto lo más largo posible.

Managua, 5 de marzo de 1989.

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ALFREDO CRISTIANI

1. Muestra preocupación por el problema universitario.

– No ve problema en que el Estado siga cofinanciando la deuda de la UCA en la misma cantidad (1,700,000 colones) que lo hizo Duarte.

+ Se puede buscar una solución más duradera con el BCR.

+ Pero el aporte le parece pequeño […].

30 de agosto de 1988.

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ANA GUADALUPE (MARTÍNEZ) – JOAQUÍN (VILLALOBOS)

1. Habrá un plan de la IS que supondrá no una reestructuración del proyecto sino una descomposición:

– USA solo aceptará un arreglo regional y no *** bilateral.

– El plan regional implicaría:

+ Guerra en conjunto con Edén Pastora que empujaría una solución social democrática.

24 de julio de 1981.

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HÉCTOR SILVA

1. Está en perplejidad sobre qué hacer acerca de las elecciones y
más en general en su acción política y en su relación con el FMLN:

– Están en desacuerdo con las formas de actuación de la UNTS.

– Ven poco espacio político mientras siga la alianza con el FMLN.

24 de julio de 1987.

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EL RASTRO DE LAS IDEAS

La historia marcó siempre el rumbo de Ignacio Ellacuría, y donde fue
encontró un objeto sobre el que lanzar sus ideas.

9 de noviembre de 1930

Nació el cuarto de cinco hijos que tuvo el oculista de Portugalete,
en la provincia española de Vizcaya. Se llamó Ignacio y estudió con
los jesuitas de Tudela.

14 de septiembre 1947

Entra al noviciado jesuita en Loyola por voluntad propia. En Tudela
no captaron su vocación. Cuatro hermanos mayores también optaron por
el sacerdocio.

26 de marzo de 1949

Es enviado a El Salvador a fundar el noviciado jesuita en Santa
Tecla. La guerra civil española motivó a los superiores a enviar a
los jóvenes fuera.

1950 – 1955

Fue enviado a estudiar las licenciaturas eclesiástica y en filosofía
a Quito, Ecuador. Ahí conoce a Miguel Elizondo y a Aurelio Espinosa
Pólit, sus primeros maestros.

1957

Conoce en Quito al poeta nicaragüense de origen navarro Ángel
Martínez, jesuita. Otro personaje influyente en la personalidad del
joven Ellacuría.

1955 – 1958

Ejerce el magisterio enseñando filosofía en el seminario San José de
la Montaña. Enseñó filosofía escolástica e introdujo las corrientes
existencialistas.

1958 – 1962

Estudia teología en Innsbruck, Austria. Ahí conoce Karl Rahner, uno
de los teólogos más relevantes durante el Concilio Vaticano II. Otra
gran influencia.

26 de julio de 1961

Se ordena sacerdote en Innsbruck. Y se traslada a Bilbao, donde
busca a Xavier Zubiri para escribir su tesis doctoral sobre su obra.
Encuentro más decisivo.

1967

Regresa a El Salvador, donde inicia su docencia en la recién fundada
UCA. Viajaba todos los años a España para trabajar con Zubiri.

1968

Entra a la junta de directores de la UCA. Zubiri solicita a Pedro
Arrupe, general de los jesuitas, le ceda a Ellacuría para trabajar
con él. Accede solo temporadas.

1972 – 1974

Le nombran jefe del Departamento de Filosofía de la UCA y luego
dirige el Centro de Reflexión Teológica. Imparte cursos avanzados en
las dos materias.

1976 – 1979

Es nacionalizado salvadoreño y, en 1979, asume la rectoría de la
UCA, sustituyendo a Román Mayorga, cuando este integra la junta de
gobierno.

16 noviembre de 1989

Luego de 10 años de trabajo intelectual y político, Ellacuría es
asesinado por el ejército nacional junto a cinco compañeros y dos
colaboradoras, en la casa de la UCA.

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PDF de publicación original

Portada de Revista Enfoques [DOMINGO 20 DE NOVIEMBRE DE 2005]

Páginas 2 a la 3

Páginas 4 a la 5

Página 6

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Editado por José Luis Sanz / Publicado en La Revista Enfoques  (La Prensa Gráfica) 20 de noviembre de 2005.